Una temporada más y me encuentro en pleno proceso de agrupar información, fotografías y conclusiones. Cerrados los cursos de agua trucheros, si los cauces dejan, comienza mi temporada de lucio. A partir de ahora, más días de montaje de cara a la próxima temporada, más tiempo para escribir y para publicar… y hoy tocan reflexiones de Black Bass. Un pez al que he dedicado tiempo por vez primera este año, de forma completamente autodidacta, partiendo, únicamente, de la información a la que cualquiera de nosotros puede, hoy en día, tener acceso.
Miles de millones de € en todo el mundo, en torno a los 250 millones de € solo en España… esa es la cifra de negocio que mueve la pesca deportiva de Black Bass… reconozco que, pese a que sigo con interés el circuito americano a través de la red, así cómo a pescadores, bassmater reconocidos, cómo Mike Icaonelli o Kevin VanDam, hasta ahora, siempre lo había hecho más por la «parafernalia» que envuelve este mundo y por acceder a montajes y técnicas que me puedan servir para aplicar a la lubina, que por el interés que esta pesca hubiese despertado dentro de mi… mal catalogada, en mi mente, cómo una práctica sin el aliciente de las demás modalidades que practico… lo cúal no hace más que demostrar, hasta que punto podemos estar equivocados ….
Mis respetos a los pescadores de Black Bass… por el momento, yo no me considero a mi mismo cómo tal. De hecho, esta es la primera temporada que dedico parte de mi tiempo a buscarlos y, ahora mismo, no tengo muy claro si sé algo más sobre ellos, lo mismo o menos que cuando empecé. Puedo decir, sin ningún tipo de duda, que son los peces más complicados a los que me he enfrentado nunca… peces completamente esquizofrénicos, sin personalidad, sin patrones de conducta estables o predecibles.
Una cosa es ponerte a manejar un señuelo hasta que, de forma fortuita y por pura probabilística, obtienes una, dos o tres capturas (cómo aquel mal llamado, en mi opinión, pescador, que se sitúa en la playa o pedrero de turno y captura lubinas por el mero hecho de lanzar y recoger de forma repetitiva un señuelo, sin tener muy claros los motivos de estar lanzando ese y no otro), y otra muy distinta es saber el porqué el cómo y el cuando de estos peces… aspecto este en el cual, en mi opinión, el bass tiene mucha más enjundia que ninguna otra especie a la que me haya enfrentado pescando a spinning.
Particularmente, me encuentro en un momento en el que me importa un bledo pescar muchos o pocos peces, de nada me sirve capturar peces si no «entiendo» el motivo. La pesca accidental no está hecha para mi. Todos somos cracks cuando los peces se comen hasta un trapo manejado con escasa pericia… sin embargo, la realidad es que, en estos casos, no somos mejores pescadores que un mono adiestrado manejando un palo. Es cuando arrancar una picada cuesta un mundo, cuando sale a relucir la enorme diferencia entre un «Bassmaster» y alguien que pasaba por ahí con una caña en la mano.
Equipo de light y pesca finesse… nada de cañas de casting y pesca más heavy con spinnerbaits, chatterbaits o jigs. El que mucho abarca poco aprieta… empezar, de golpe, queriendo «dominar» todo el abanico de técnicas y equipos que comprende esta especie es de locos. Para mi, lo más lógico ha sido iniciar esta andadura aplicando los puntos en común existentes con la pesca de lubina en las zonas más profundas de la ría, pescando muy fino, con montajes de vinilo, y en superficie con paseantes y poppers… muchas veces a pez visto y patrullando orilla.
El Bierzo, no es lugar proclive para dedicarte en exclusiva al bass, al menos por el momento. La población no es enorme, sufre bastante presión de pesca y y se localiza en 3 o 4 puntos concretos… en los cuales encontrarte con peces por encima del kg de peso no es lo habitual, aunque existen. La tónica suele ser encontrar ejemplares desde los 250 a 750g. La temperatura del agua, baja, no contribuye al crecimiento de los peces ni a dilatar la temporada en la que estos muestran actividad.
Así las cosas, comencé a dedicarles algunos días en el mes de Mayo, aunque, hasta que no entró el mes de Junio, no mostraron apenas actividad. Con el nivel del embalse todavía muy alto, y muchísima vegetación de la orilla y árboles sumergidos, los pequeños poppers y los montajes de vinilo weightless fueron los grandes triunfadores. Obtuve resultados con varios señuelos, sin embargo y por encima de todos, a mucha distancia, un pequeño popper de Rapala que me recomendó un viejo pescador, el Ultra Light Pop en color Firetiger. 4cm y 3g de peso que demostraron una efectividad demoledora con estos peces cuando estaban dispuestos a comer arriba, recibiendo ataques espectaculares, incluso, de peces apenas más grandes que el propio señuelo y dejándome para el recuerdo alguna jornada memorable.
Avanzada la temporada, me centré, cada vez más, en buscar los peces en profundidad con montajes plomados de vinilo, simples o en tándem. Cangrejos, lombrices y flukes casi en la totalidad… pero tambien pequeños vinilos tipo shad o lanzón.
Es aquí cuando empecé a volverme loco, con días consecutivos de condiciones muy similares en los que, sin embargo, la actividad y la reacción de los peces ante los señuelos no muestra ningún tipo de correlación o patrón. Peces que 24h antes no tenían actividad y desdeñaban un tipo de señuelo, ahora lo atacan sin piedad… y viceversa. De sacar peces en cada lance a rascar un par en toda una jornada.
Encontrar «sentido» al comportamiento de estos peces puede llegar a convertirse en una obsesión. Solo así, se entiende el enorme volumen de negocio y aficionados que se mueve alrededor de este sector a lo largo y ancho del planeta. Cómo dice un buen amigo mío, «Pescar basses es mucho más que un montaje carolina y tres o cuatro criaturas de vinilo diferentes». Aspectos cómo la «velocidad de pesca», en peces que se pueden quedar, tranquilamente, más de un minuto inmóviles, observando un señuelo, antes de atacarlo en parado y seguir inmóviles con el señuelo en su boca, cobran muchísima importancia. Amplitud de movimientos, velocidad de descenso… un compendio enorme de factores que se entralazan con otras variables cómo temperatura del agua, luminosidad, termoclina y presión atmosférica.
Uno de los aspectos que más me ha costado dominar ha sido detectar las picadas con claridad. Precedidos de su fama de peces voraces, en mi cabeza me esperaba potentes picadas y ataques bruscos… sin embargo, me ha sorprendido lo proclives que son estos peces a realizar picadas muy sutiles, de forma más marcada en estratos profundos y en ejemplares de mayor tamaño. Desde mi punto de vista, en esta pesca, la tensión, el diámetro y el tipo de trenzado son factores que marcan la diferencia entre detectar y clavar un pez o no. Estoy convencido de que he tenido al otro lado bastantes más peces de los que he notado, sin llegar a ser consciente de ello.
En señuelos… hay, por encima de todo, una palabra que ha marcado el éxito en los montajes de vinilo que he utilizado. «Watermelon»… este color ha representado una clara diferencia con respecto a cualquier otro. Soy consciente de que, en otros lugares de la península, ha perdido la efectividad de la que presumía hace unos años, aquí, sin embargo, sigue teniendo un punto más.
En cuanto a montajes, con peces a medias aguas, los flukes, solos o en zulú. Con peces en el fondo, las lombrices en texas plomados y rolling fall, manejadas de forma muy lenta, arrancan picadas de peces en días complicados, por encima de otras opciones que he probado.
No da para más… mucho que aprender todavía y muchas horas que dedicarle a estos peces para hablar con conocimiento de causa y sentirme cómodo escribiendo sobre ello, tal y cómo me gusta hacer siempre. Por el momento no estoy para dar consejos y si para aceptarlos. En un tiempo volveremos a ello.