Tocaba volver a la tierra y aprovechar estos 3 días para descansar, cargar pilas y chutarme la dosis periódica de aire salado que me mantiene «cuerdo» en el día a día alejado del líquido elemento. Ver el mar y sentirme en casa. Pocos compañeros entienden que mi concepto de descanso y cargar las pilas consista en despertarme antes de las 7 de la mañana para tomarme un café rápido, bajar a la playa en apenas 15 min. y subirme a una piedra en la que, cómo un poseso, empiezo a lanzar al mar todo un armamento de señuelos de variopintos pesos y acciones para intentar convencer a alguna lubina despistada de que, eso que pasa a su lado, es un bocado apetitoso…
Así suele ser, y así deberían haber sido estos días de asueto, pero, cómo suele pasar en estos casos, basta que sólo dispongas de ciertos días en el calendario para que una borrasca tardía se cruce en tu camino. Toda la semana programando estos días, toda la semana viendo la previsión de tiempo en infinitas fuentes para que todas me diesen el mismo veredicto: 30km/h de viento para el sábado e imposible pescar el domingo por sumársele fuertes lluvias a esta previsión. Mejores augurios para intentarlo la jornada del Lunes bien temprano.
Con este panorama, ni siquiera pensaba en pisar el pedrero, ni el sábado ni el domingo. Sin embargo, el sábado de tarde, surgió un espacio temporal de una hora (18:00 a 19:00) en mis compromisos familiares, y decidí «acercarme a mirar» a una cala cercana muy protegida. Marea altísima que eliminaba cualquier opción de acceso salvo con badeador y mucho cuidado, viento lateral importante, muchas algas en suspensión…y frío. No pensaba ni en sacar la caña del coche, y mucho menos me planteé calzarme el badeador y cambiarme de ropa con el frío que hacía para escasos 40 min. de pesca.
En estas estábamos cuando me vino a la cabeza la recurrida sentencia de un buen amigo «vete de pesca cuando puedas, porque quizás, cuando quieras no puedas». Saqué una caña de mala gana del coche (2,70m y acción 15-45g), me puse una cazadora encima de la ropa que llevaba y abrí la caja de señuelos. Había pasado bastante tiempo desde que llegase a mis manos el Audace 130s de Molix en color «barracuda» y solo lo había usado una vez durante unos minutos. No me lo pensé demasiado…lo até directamente al fluorocarbono, sin ni siquiera montar grapa, tal era mi nivel de entusiasmo, y me dispuse a lanzar directamente desde la rampa de hormigón de acceso a la cala.
Primer lance para calibrar el señuelo. Mide 130mm (una medida peculiar y de mi agrado. Ni grande ni pequeño) y pesa 15g. No lanza demasiado…y menos con viento lateral. Otorgarle 50m con equipo ligero y un trenzado fino puede acercarse bastante a la realidad. Es un señuelo «raro»….muchos dirán que feo, pero a mi me gusta. No tiene la forma al uso de un minnow. Estéticamente me recuerda al colmillo arrancado de raiz de un gran felino…y vaya que si muerde… Cuerpo curvo y cónico, con una cabeza gruesa y terminado en una cola puntiaguda.
El sistema de transferencia de pesos es básico pero funcional, formado por 3 bolas de acero que se mueven en un canal interior. Durante el lanzamiento se desplazan hacia la cola y en acción de nado se quedan fijas justo encima del primer triple, situando al señuelo, junto con un labio de proporciones contundentes, a una profundidad media de nado que ronda los 80cm. El agarre al agua es fenomenal.
En recogida lineal, a ritmo lento, el movimiento es de un wobbling estrecho no muy marcado y un ligero rolling. A medida que aumenta el ritmo de manivela, tambien lo hace el wobbling y se dispara el rolling . No obstante, desde mi punto de vista, este no es un señuelo para este tipo de recogida. Lo catalogo cómo un jerkbait puro que está diseñado para ser usado con movimiento de stop and go, utilizando una mezcla de twitching y jerkeos medios en su recogida. Es con estos golpes de muñeca cuando, literalmente, el señuelo se vuelve loco y comienza a ejecutar toda una serie de movimientos erráticos que hacen que parezca totalmente un pequeño pez en apuros.
Fueron estos movimientos los que hicieron que una bonita lubina me diese el sorpreson de la tarde en el tercer o cuarto lance, rompiendo la tendencia de bolo tras bolo de las últimas 4 o 5 salidas de este invierno desastroso en lo que a capturas se refiere.
Y despues del temporal, la calma…Llega el lunes y me encuentro de amanecida pescando en un charco abarrotado de bancos de parrotxa, tal cúal si fuese el mes de Agosto…
Un par de sobresaltos en los que puedo ver como alguno de los bancos salta fuera del agua. No se si por ataques reales o figurados. Tres horas en las que pruebo absolutamente de todo, con el unico resultado de la persecución a mi señuelo de una pequeña lubineta, más por curiosidad que por hambre, que se libro de volver al agua con un piercing. Agotado el tiempo, toca volver a casa y a esperar el próximo chute de sal…